
Sonaba el despertador, anunciando el amanecer. Celupin abría su gran ojo, ubicado justo al centro del círculo que formaba la lupa de su extraña forma, pero sin ser tan extravagante, muy entusiasta se levanta y se prepara para iniciar un nuevo día. Todos estaban calmados esperando a su maestro y Celupin miraba a todos y les sonreía, allí era muy bien recibido e incluso sentían gran respeto por la asombrosa personalidad que él les inspiraba.
En eso, entró el maestro Lymbhiko, y les pidió a sus discípulos: ¡siéntense! Nos dijo, hoy solamente mirarán, observarán todo los que les llame la atención o sientan gran curiosidad, pero no hablen, ni tampoco tomen notas, hoy solamente usarán sus ojos.
Algunos me miraron, pero yo solo les sonreía.
Allí nadie sabía que el ojo de Celupin era algo único y extraordinario, sólo su maestro, quien tenía que velar para que su ojo no perdiera la perspectiva y se agudizara para despertar la consciencia emocional de toda la ciudad.
Celupin miraba y en la medida que lo hacía su ojo se aumentaba e incluso lograba ver más allá del lugar, sintió miedo y cerró el ojo por un instante. Fue cuando escuchó una voz que le susurra, no temas, no te pasará nada malo, por el contrario, será de mucha utilidad, todo lo que logres descubrir. Abrió nuevamente su ojo y una fuerza extraña lo invitaba a salir del lugar, pero no sabía cómo hacerlo, fue en ese preciso momento cuando el maestro lo tomó por la mano y lo condujo a una puerta, en ese lugar se sentía una paz, y todos los que allí estaban parecían que meditaban.
Celupin miraba era su tarea, no podía hacer preguntas sobre nada, solo mirar, aprender todo lo que allí contemplara fue un momento de gran tranquilidad, sintió una paz interior y algo mágico ocurrió ante su gran ojo, una película se proyectaba ante él, lo que aquellas células transmitían. Él tenía la capacidad de verlo, conocer sus pensamientos, y todo lo que anhelaban.
Celupin miraba y en la medida que lo hacía su ojo se aumentaba e incluso lograba ver más allá del lugar, sintió miedo y cerró el ojo por un instante. Fue cuando escuchó una voz que le susurra, no temas, no te pasará nada malo, por el contrario, será de mucha utilidad, todo lo que logres descubrir. Abrió nuevamente su ojo y una fuerza extraña lo invitaba a salir del lugar, pero no sabía cómo hacerlo, fue en ese preciso momento cuando el maestro lo tomó por la mano y lo condujo a una puerta, en ese lugar se sentía una paz, y todos los que allí estaban parecían que meditaban.
Celupin miraba era su tarea, no podía hacer preguntas sobre nada, solo mirar, aprender todo lo que allí contemplara fue un momento de gran tranquilidad, sintió una paz interior y algo mágico ocurrió ante su gran ojo, una película se proyectaba ante él, lo que aquellas células transmitían. Él tenía la capacidad de verlo, conocer sus pensamientos, y todo lo que anhelaban.
¡Eres tú! le aclaró el maestro, pero dividido en otras células más pequeñas, debes cuidar de cada una de ellas, forman tu regeneración celular, debes ir descubriendo una a una, todas forman parte de ti. Tu eres el reflejo del alma, algunos en otros mundos te llaman el ojo celular, pero eres más que eso cuando aprendan a cuidar de ti, podrían descubrir todo lo inexplicable. En ese instante, el maestro me llamó y me dijo: Celupin, ya terminó la clase. ¡hasta mañana!
