VISIÓN ECOSÓFICA: ECOSOCIEDAD, EDUCACIÓN E INVESTIGACIÓN TRANSCOMPLEJA Dra. Raquel Peña Introducción Hoy vivimos el umbral de un nuevo paradigma de la racionalidad y la génesis de una nueva concepción de la objetividad científica, donde su mirada sea un enfoque multiverso y multireferencial bajo un prisma complementario y transdisciplinar ante las nuevas exigencias y realidades emergentes, desde una visión ecosófica por parte del ser humano. Read more ›
ÉTICA Y ESTÉTICA EN LA INVESTIGACIÓN EMERGENTE ANTE EL ARJE DE LA CIENCIA.
En esa cosmogonía donde el arjé de la ciencia coexiste con el pensamiento humano, donde la ética y la estética direcciona la espiralidad existencial del universo Peña (2020)
La ética, se sabe que el concepto proviene del término griego ethikos, que significa carácter. La estética como una parte de la filosofía que aborda el problema de lo bello, pero siguiendo a Bateson (1972), este se refiere al estudio de los procesos a través de los cuales la belleza es creada y reconocida. es necesario reflexionar sobre la interrelación sujeto-objeto de la actitud ética y estética, considerando la investigación emergente ante los conceptos de ley y orden que caracterizan la obsesión cientista, así como los arjes que caracterizan a la ciencia. En relación a la etimología de la palabra arjé, es este, un concepto fundamental en la filosofía de la antigua Grecia que significaba el comienzo del universo o el primer elemento de todas las cosas. El filósofo griego Aristóteles destacó el significado de arjé como aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir, solo de sí mismo, es decir, como el elemento o principio de una cosa que, a pesar de ser indemostrable e intangible en sí misma, ofrece las condiciones de posibilidad de esa cosa. Arjé de la Ciencia-Universidad-Sociedad del Conocimiento: Ley y orden en la investigación emergente En los mandamientos del paradigma de la simplificación, Morin (2004) en el cuarto principio simplificador, el cual denomina Orden-Rey explica que «el universo obedece estrictamente a leyes deterministas, y todo lo que parece desorden, es decir, aleatorio, agitador, dispersivo, sólo es una apariencia debida únicamente a la insuficiencia de nuestro conocimiento». (p.1). En ese mismo sentido, los términos ley y orden desde la perspectiva humana pueden no ser percibidos tan fácilmente, tal como lo expresa en relación a los eventos sociales Hayek (en cita de Morin 2004. p.1) «La principal dificultad es que el orden de los eventos sociales generalmente no puede ser percibido por nuestros sentidos más puede solamente ser rastreado por nuestro intelecto». Es decir, advierte Morin que el hombre desconoce la mayoría de las reglas por las que actúa y afirma que la mayoría de las reglas por las que actúa su inteligencia, es en gran parte a un sistema de reglas que opera sobre él, pero que éste no conoce. Por tanto, la lógica de la ciencia debe abrirse, por cuanto, éste, como parte del todo o universo está conformado por seres que pertenecen a un ecosistema y que a su vez estos fluctúan como olas danzarinas entre transformaciones y estabilidad, entre convergencias y divergencias, en fin, en esa búsqueda del equilibrio o lo que se denomina ley y orden en la ciencia. (Peña, 2020) Ahora bien, en cuanto a los conceptos de ley y orden que caracterizan a la ciencia, vale la pena destacar, lo que señala Morin (2004) en cita a Bachelard dijese que: «de hecho, la ciencia contemporánea buscaba, porque él pensaba en la física, la complejidad, y es evidente que los científicos desconocían que eso era lo que les concernía». Por lo que Morin (ob cit) plantea, que estos frecuentemente tienen una «doble consciencia»; y además creen siempre obedecer a la misma vieja lógica que han recibido en la escuela; pero, que, si lo sepan, «en su espíritu trabaja otra lógica y otros principios de conocimiento». (p 1.) En relación al caos, cabe destacar un análisis en traducción de Marchena (1968) sobre el pensamiento atomista del filósofo romano Lucrecio Caro, Tito seguidor convencido de Epicuro, en su expresión más acabada y poética dibuja la creación del universo como el inicio en el caos, asegurando además que es, un estado donde impera el desorden en la materia y en la energía, prevaleciendo un paisaje donde sólo existen elementos sólidos que se desplazan en un medio fluido, se asevera que es esta postura la primera que integró en forma coherente el origen, las causas y el devenir de las cosas de este mundo. Vislumbrando, ese mundo de Lucrecio, en este se distinguen dos modelos que coexisten: la catarata de átomos que caen libremente en el vacío, fluyendo a lo largo de trayectorias paralelas y la nube caótica, masa desordenada fluctuante, de similitudes y oposiciones, intervalos sin eventos, y de colisiones que ocurren al azar. Entonces, podemos asegurar a partir de esta postura que, somos orden y caos en esa cosmogonía que nos atrapa en su simetría y asimetría, en lo estable e inestable, en lo objetivo y subjetivo, en lo mítico y lo real, coexistiendo todos, en un mismo universo. En cuanto al conocimiento científico, estamos viviendo tiempos de cambios que llaman a la transformación de la manera de pensar y hacer ciencia, en especial en el campo de las ciencias de la educación. Cabe analizar, lo que señala Jaramillo (2006) en cuanto a «las universidades deben salir de sus claustros y ponerse al servicio de la sociedad, y la ciencia debe salir de los laboratorios, para ser enseñada y democratizada para que la sociedad toda le dé su lugar y legitimidad.». Esta visión de Jaramillo, es de gran pertinencia, por cuanto hoy las universidades deben trascender de cuatros paredes, que se aboquen a realizar investigaciones endógenas o sociocomunitarias, con fines colectivos y promuevan el trabajo colaborativo o en equipo y transdisciplinar, una de las premisas de la investigación transcompleja, en una sociedad emergente que grita nuevas maneras de pensar la producción intelectual y la creación bajo los principios de la ética y la estética. Un aspecto importante mencionar, es que hoy por hoy aún existen y persisten elementos obstaculizadores u obsesiones, en cuanto al hecho de validar la creatividad intelectual o el publicar la producción. En relación, a este último aspecto Origgi y Ramello (2015) discuten acerca de cómo puede variar el rol de las publicaciones científicas, ya que si bien en un comienzo nacieron por la necesidad de compartir los saberes, aseguran que en ocasiones se ve opacado por el fin de obtener primordialmente los incentivos económicos; aunque no es cuestionable, pero, lo más relevante que como científicos o investigadores lo que debiera prevalecer, considerando desde lo ético el accionar de los investigadores, es el hecho de resolver los problemas que le afectan a la comunidad o sociedad donde coexisten, y por supuesto apostando por el progreso del planeta. Otra limitación, que se vive especialmente en América Latina, es la invisibilidad del quehacer científico y que ha originado debates al respecto, donde la ética es un punto en ebullición en las comunidades científicas de los países latinoamericanos. Si bien, la solución del problema no solo depende de las directivas de las revistas científicas, sería de mucha ayuda su apoyo y contribución para que todos los investigadores logren divulgar sus creaciones intelectuales y compartir el conocimiento. El propósito de la comunidad científica es: Generar producción intelectual y la divulgación del conocimiento a la sociedad. Partiendo entonces, de esta premisa y sí, tomamos en cuenta el carácter óntico de las universidades, estas son fuentes generadoras de producción de conocimiento científico; y, por lo tanto, es de suma importancia que se visibilice a la sociedad lo que se produce, dando pie a ese Arjé: Ciencia-Universidad-Sociedad
Arjé de la Ciencia: Devenir del ser La Sociedad del Conocimiento nos obliga a un repensar de la ética en la actualidad donde, esa «dialéctica relacional» que señalan Zaa y Stella: «un ser expresado en un dinamismo infinito» (2015: p.3) convergiendo en ese devenir del ser, y en esa interrelación sujeto-objeto hacia una praxioética y estética enmarcado dentro del arjé ontoaxiológico en que este basa su comportamiento en la labor investigativa como científico social y que cada conducta emitida deja una huella que marca su proceder en la gestión del conocimiento, por lo que esta debe ir en consonancia y en simetría con aquello que lo distingue. Ahora como ser cognoscente, pero que, también pertenece a un espacio no estático, sino movible, en esa espiral de su estar y que sus acciones lo identifican en el hacer, por cuanto somos individuo, pero también somos parte de un todo con otros, como lo asevera Morín (2011: p.261) «al mismo tiempo, todo sujeto lleva en sí un principio de inclusión en un “nosotros” que lo incita a integrarse en una relación comunitaria y de amor con los demás, con los “nuestros”» y que por tanto en esa búsqueda del o creación de nuevos saberes se requiere asumir una cosmovisión multidimensional de la gestión del conocimiento. Arjé de la Ciencia: Visión Multiversa y Multirefencial ante la génesis de nuevos paradigmas La transcomplejidad, tal como expone Morín (2001) establece diferencias importantes entre la recursividad y la redundancia para referirse, en el primer caso, a procesos de cambio y transformación y en el segundo, a procesos de reproducción organizacional dinamizados por equilibrios e inestabilidades. En ese mismo orden de ideas, Capra (1991) señaló en relación a los paradigmas existentes en su época que: el paradigma vigente ha dominado nuestra cultura durante varios siglos, ha ido formando la sociedad occidental moderna y ha influido significativamente en el resto del mundo. Este paradigma consiste, entre otras cosas, en la visión del universo como si fuera un sistema mecánico compuesto de bloques elementales; la visión del cuerpo humano como si fuera una máquina; la visión de la vida social como si tuviera que ser forzosamente una lucha competitiva por la existencia; la creencia en el progreso material ilimitado, que se debe alcanzar mediante el crecimiento económico y tecnológico (p. 28) Analizando lo anterior, muchos autores aseguran que hoy vivimos el umbral de un nuevo paradigma de la racionalidad y la génesis de una nueva concepción de la objetividad científica, donde su mirada sea un enfoque multiverso y multireferencial bajo un prisma complementario y transdisciplinar ante las nuevas exigencias y realidades emergentes, e incluso las nuevas leyes y orden que deben gobernar el quehacer científico. Arjé de la Ciencia: Postura Investigativa Transética y Estética Emergente La postura investigativa necesariamente conlleva a un carácter universal, por cuanto es la ética una dimensión de Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos y aprobada en la Conferencia General de la UNESCO (2005) y cuyo instrumento rige a la Bioética o Código de la Vida. Algo importante que cabe resaltar es que, desde la primera guerra mundial, los escrúpulos de conciencia de los científicos fueron expresados por Albert Einstein y Bertrand Russell, haciéndose más intensos cuando nazis y comunistas trataron de controlar y avasallar a la ciencia. Hay una gran disparidad de códigos morales, que en la actualidad están confluyendo a un cierto corpus de ideas básicas que son aceptadas por la mayor parte de la humanidad como más o menos universales, como las expresadas en las diversas declaraciones de derechos humanos. Lo ético y estético son un dúo que irremediablemente están en la palestra de la cotidianidad del hecho de producción científica e intelectual, porque es sabido que no todos se encauzan en hacerlo de la manera correcta, pues porque nos encontramos que para uno es más fácil plagiar que producir; no obstante, lo que no cabe ninguna duda que cada uno es responsable de sus acciones. Por ello, es propicio resaltar, que esta asimetría valorativa conductual contra la cual es muy difícil defenderse y superar para muchos, forma parte de ese universo al cual pertenecemos, somos vulnerables y todos podemos cometer errores, los cuales a nuestro juicio deberían ser llamados aprendizajes, aunque pareciese una desigual ante la suerte que nos toca, cada quien asume las consecuencias de los eventos, y estas acciones están determinadas por lo que parece frente a lo que es real o no, lo subjetivo u objetivo, lo permanente o lo inestable, en fin el orden y el desorden, coexistiendo en armonía y equilibrio como seres universales. La ética y la transcomplejidad en la investigación científica tendrá que hacer énfasis en las tres premisas de la ética expresadas por Zaa y Stella (2015: p.1). Ética condicionante inherente al ser humano, (2) la investigación científica debe estar perneada por elementos éticos y (3) teología de un producto de la investigación: generar conocimientos para el desarrollo de la humanidad. En cuanto a la ética transcompleja, cabe señalar Stella (2013), expresa que «es integrada, entramada y sólidamente enraizada en el ser, habría que vivirla; y esta vivencia aparece primero en el pensamiento y luego se manifiesta en la materialidad de nuestras acciones» (p.86). Por ello, es propicio resaltar que el pensamiento estético, va más allá de los sentidos y la percepción y que es la educación para el respeto a la creación artística e intelectual del ser humano; para el respeto en la estética y belleza del planeta, a la biodiversidad, y en especial, para medir las consecuencias de nuestras acciones de nuestro comportamiento como seres dinámicos y pensantes sobre la armonía y el equilibrio del universo. (Peña,2020). Partiendo de lo anterior, y tal como lo analiza Escotet (2018) en cuanto a los fundamentos del pensamiento postmoderno, en el cual menciona algunos filósofos que han a dado aportes en relación al tema de la ética, entre los que el autor destaca a Hegel (1979) , Schiller (2004) o Foucault (1984) Escotet explica que «la ética se basa en la estética y viceversa y que además la verdad y el bien común son como expresa Hegel hermanos de la belleza» (p. 1). Ahora bien, en cuanto a las responsabilidades de un investigador, según en cita de Schulz (2005) menciona que el premio Nobel de Medicina el argentino Bernardo Houssay (1987) establece que: 1)Tiene el deber de dedicarse a la ciencia para hallar nuevos conocimientos, hacerlos adelantar y perfeccionarse. 2) Tiene el deber de dedicarse a la ciencia en su propio país, para elevar su nivel intelectual y cultural y para lograr el bienestar, (y a través de) las tecnologías, la riqueza y la cultura. 3) Contribuirá a formar investigadores o técnicos para que prosigan a su vez las tareas de investigación. 4) Ese adelanto científico básico y aplicado deberá beneficiar a su institución, su ciudad o provincia y a su país. 5) Ayudará al desarrollo científico de los países menos desarrollados. 6) Debe instruirse, mejorarse, progresar y buscar una posición donde pueda trabajar bien. Tiene deberes para con los suyos: discípulos, amigos y colegas. Debe contribuir, aún con sacrificio, al adelanto de su propio país. 7) Debe estrechar las buenas relaciones con los que cultivan la ciencia, y en especial su propia rama, en su país, las naciones hermanas y en todo el mundo. Esta estrecha confraternidad sin reticencias entre los científicos, debe ser un modelo para estrechar la confraternidad y la paz entre todos los hombres. (p 121.) El autor refiere entonces, que como investigadores tenemos deberes que cumplir y un denominador común es el hecho que lo que hagamos debe ir en función de beneficiar al colectivo, como una premisa de valor agregado. La ciencia valora como ninguna otra actividad humana la verdad, la novedad y el progreso y es el conocimiento científico y ese motor dinámico con que el hombre explora la naturaleza y obtiene conocimientos sobre ella. No obstante, no está liberado el ser vulnerable el que realiza la labor científica, al respecto, Schulz (ob cit) cita a Bunge (1972) develando los hábitos que debe poseer todo científico para que se puedan evitar faltas éticas, entre las que menciona: 1. Honestidad intelectual (o “culto” a la verdad), el aprecio por la objetividad y la comprobabilidad, el desprecio por la falsedad y el autoengaño. La observancia de la honestidad intelectual exige: 2. La independencia de juicio, el hábito de convencerse por sí mismo con pruebas, y de no someterse a la autoridad. La honestidad intelectual y la independencia de juicio requieren, para ser practicadas, una dosis de 3. Coraje intelectual (y aún físico en ocasiones): decisión para defender la verdad y criticar el error cualquiera sea su fuente, y muy particularmente, cuando es un error propio. La crítica y la autocrítica practicadas con coraje infunden Amor a la libertad intelectual, y, por extensión, amor por las libertades individuales y sociales que la posibilitan; concretamente, desprecio por la autoridad infundada sea intelectual o política y por todo poder injusto. La honestidad intelectual y el amor por la libertad llevan a afianzar el 5. Sentido de la justicia, que no es precisamente la servidumbre a la ley positiva que nos imponen y que puede ser injusta- sino la disposición a tomar en cuenta los derechos y opiniones del prójimo, evaluando sus fundamentos respectivos. (p. 134) Considerando lo anterior, la ética transcompleja invita a hacer una reflexión profunda sobre las nuevas necesidades humanas, por cuanto es una ética que se direcciona hacia una nueva visión de la investigación, de la sociedad y de es todo que envuelve al ser humano. Asimismo, entre sus premisas está el hecho que un investigador transcomplejo está obligado a ir más allá de la comprensión de los hechos y eventos que se suscitan en la sociedad donde se desenvuelve, respetando sus leyes y considerando a cada componente en ese todo que forma parte del universo. Y como bien lo plantea Martínez (ob cit) como: «investigadores del paradigma emergente, estamos invitados a cambiar los fundamentos de nuestro conocimiento ante la aparición de nuevas experiencias». (p.158.) Por tanto, las instituciones académicas, y en especial las universidades, están llamadas a considerar lo ético y estético en la labor investigativa, pero más allá de eso de crear consciencia de cultura de creación investigativa, de producción intelectual y en especial del respeto por el derecho de lo creado y de valorar lo que otros producen. El investigador transcomplejo reconoce la coexistencia del orden y el caos y asume una visión transparadigmática que le permite comprender la cosmovisión multireferencial de los fenómenos desde ese multiverso que, aunque este sujeto a leyes, estos no están fragmentados en partículas fluctuantes, sino que por el contrario son dinámicos, cambiantes y capaz de transformarse. La realidad es cambiante y tiene la propiedad de poder sufrir metamorfosis. Entonces, la autora se pregunta: ¿Debemos someternos a una regularidad cientista determinada al momento de emprender una investigación científica?